Pocos son los castillos que se conservan de la Cantabria medieval. Nunca fue una tierra de frontera, por lo que no se construyeron las grandes fortalezas que menudean más al sur, a medida que, durante la reconquista, el territorio cristiano iba avanzando a costa de los musulmanes.
Los señores habitaban torres fortificadas, más que castillos o fortalezas, aunque tampoco faltaron algunos, sobre todo en las grandes poblaciones costeras; San Vicente y Castro Urdiales son algunos de ejemplos que todavía se conservan.
San Vicente el castillo de de Argüeso, es una excepción en todos los sentidos; por la escasez de castillos, y porque está enclavado en un paraje, en el que el pequeño pueblo de Argüeso es su único acompañante.
Castillo roquero, no porque en sus dependencias se dedicaran a la música cargada de decibelios, sino porque está enclavado en un farallón de roca pura y dura.
El castillo de Argüeso pertenecía al linaje de los Mendoza, y su finalidad, además de residencial, era vigilar el camino de trashumancia que desde la meseta pasaba por el puerto de Palombera hacía el Valle del Saja.
Nos acercamos por Argüeso en el conjunto de una razia que efectuamos por Campoo, y que incluyó el cercano poblado cántabro de Argüeso y una comida en el mesón del pueblo, que como no, se llama “El Castillo”.
Tal y como comentaba, el castillo está encaramado en el lomo de un cerro, desde el que se domina todo el valle. Dejamos las monturas en un aparcamiento, al pie de la pista que lleva a lo alto de la fortaleza y llegamos hasta sus puertas en un periquete. Como veníamos con intenciones pacíficas, y sin demasiadas máquinas de asedio, decidimos pagar la entrada y comenzar nuestra visita en buena relación con los castellanos. Pero para que no menospreciaran nuestro potencial, decidimos hacer una demostración de fuerza.
El castillo está compuesto de dos torres unidas por un cuerpo principal y rodeado por la parte frontal por una gruesa muralla, o barbacana.
Traspasamos la muralla en formación cerrada, por una puerta coronada por un matacán, que antiguamente albergaba la guardia que vigilaba las entradas y salidas de la fortaleza, accediendo a un gran patio de armas. Las chicas del grupo se atrincheraron en su interior, y nos costó bastante tomarla al asalto. Rindieron la posición, pero no se entregaron, cosa que nos dejó bastante confundidos. El personal del castillo quedó impresionado al ver nuestras dotes guerreras y perfecta nuestra coordinación.
Desde el patio de armas accedimos a una estancia anexa a una de las torres, en la que se encuentra la recepción. Tras pagar la entrada, dejando bien claro que era de forma voluntaria, pasamos al interior del castillo propiamente dicho. El edificio está en excelentes condiciones, prácticamente vacío, excepto un par de estancias en una de las torres, en las que se recrea la vida que hacían sus moradores en la edad media, y una sala dedicada a auditorio en la segunda planta del cuerpo principal. La restauración ha sido magistral, ya que los artesanos que la hicieron, utilizaron técnicas y herramientas antiguas, para que el resultado fuera lo más parecido al que tenía en su origen.
En la parte inferior de una de las torres, se han dejado a la vista, fruto de una prospección arqueológica, los restos de una piedra de molino y un enterramiento de una necrópolis anterior a la construcción del castillo. Esa torre se edificó, en el siglo XII, sobre dicha necrópolis altomedieval y sobre los restos de la antigua ermita de San Vicente. Dedicamos una danza fúnebre y unos cuantos cánticos a los cuerpos de los finados, y proseguimos la visita.
Recorrimos las diferentes dependencias, hasta que llegamos a lo alto de una de las torres, por la que se puede acceder al techado del cuerpo principal, y desde cuyas almenas se domina todo el valle. Con un par de buenas ballestas y algunas piedras, desde ahí arriba puedes rechazar con facilidad hasta el asalto de varias docenas de inspectores de hacienda. Lo malo es que hay bastante cobertura telefónica, por lo que es prácticamente imposible repeler a los vendedores de Jazztel.
El conjunto, aparte de atracción turística, sirve para celebrar eventos culturales y actividades, que dinamizan la vida de la comarca; conciertos, recreaciones históricas, exposiciones, cursos, encuentros institucionales, etc.
Nos gustó mucho el castillo de Argüeso. De hecho, no descartamos volver más adelante con las fuerzas de Cantabria inusual en pleno, rendirlo con nuestro encanto y elocuencia, e instaurar ahí nuestra sede social y el centro de nuestras actividades. Aprovechad para visitarlo hasta entonces. Seguro que os resultará muy interesante.
Cantabria, España