La Llasca de los Moros está muy cerca de Bustriguado. Para poneros en circunstancias, en Cantabria denominamos «llasca» a un tipo de roca caliza, a una toba.
Dejamos el coche en el pueblo, y buscamos un panel informativo, en el que se describe, con bastante detalle, la ruta que nos lleva hasta nuestro destino. El panel nos indica una hora, entre ida y vuelta, pero no os asustéis, nosotros lo hemos hecho en mucho menos, y sin correr.
Tras un corto paseo, bordeando el río Bustriaguado, llegamos a una zona en la que hay una bifurcación. Si enfilamos hacía abajo, por unas bonitas escaleras con barandilla de madera, nos damos de bruces con un mirador desde el que se ve la Llasca. El camino que parte hacía arriba, nos lleva a la zona superior del salto de agua., desde el que también hay unas preciosas vistas. El camino está bordeado, cerca del río, por sauces, fresnos y avellanos, y en la parte superior, tirando hacía el monte, por castaños y robles.
La Llasca es una espectacular cascada, de casi 40 m. de altura. Aparte del imponente aspecto, su particularidad es que las rocas sobre las que se desliza el salto de agua, tienen una curiosa forma geométrica, que consiguen que parezca una construcción humana. Grandes bloques apilados, formando un murallón. Pero nada más lejos de la realidad, las regulares hendiduras son completamente naturales.
En Cantabria, siendo uno de los pocos territorios peninsulares, que se libró de la ocupación musulmana, no estamos acostumbrados a encontrarnos con toponímicos derivados de árabe, más comunes en el resto de la geografía en España; Guadalhorce, Almería, Gibraltar, Trafalgar, Madrid, Balmori, etc.
Lo que si nos podemos encontrar son lugares en cuyo nombre se incluye la palabra “moro” o “moros” ¿Están estos sitios relacionados con la ocupación musulmana o con la reconquista? En general no. Hay diferentes versiones. Muchos pueden derivar de la raíz prerrománica “mor”, que quiere decir “piedras”. De hecho algunos de estos sitios están relacionados con ellas. También puede ser que los diferentes enclaves, sirvieran de refugio a las gentes que huían de la dominación árabe.
A mi, personalmente, me gusta la versión que dice que cuando los lugareños desconocían el origen de un paraje recóndito o singular, de unas ruinas, o de algún rincón que encerraba un misterio, se lo atribuían a los moros. Los moros surgían en la lejanía, como los desaparecidos ocupantes que dejaron tesoros fabulosos, construcciones misteriosas, e inconscientemente acabaron creando una mística fantástica, que daba explicación a aquello que no se podía interpretar.
¿Una fabulosa cueva en la que yace un tesoro? La cueva de la mora ¿Unas misteriosas ruinas cuyo origen se desconocía? El castillo de los moros… y así suma y sigue, llenando la geografía de lugares en los que los moros no habían tenido arte, ni parte.
Llasca de los Moros, Valdáliga, Costa Occidental, Cantabria, 39558, España
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