Cantabria está cuajada de casonas, casas solariegas y palacios construidos en noble y recia piedra, de esa que dura una eternidad, con permiso de cataclismos o hecatombes, sean o no acompañados de extinciones masivas.
Tengo catalogadas en la memoria un número considerable, que he de trasladar al papel, para cuando la memoria me comience a fallar. Una de las cosas que me dificulta esta traslación, es que empleo gran parte de mi tiempo en buscar nuevos tesoros. Siempre es más divertido descubrir que recordar, al menos para mi.
Durante una de estas excursiones a la caza y derribo de casonas, me encontré de bruces con el Palacio de Arcó-Agüero, en Villaverde de Pontones. Y digo que me di de bruces, porque desde la lejanía venía a la caza de una extraña torre que destacaba en lo alto de una colina, cuando acerté a pasar por un costado del Palacio. El palacio me hizo dar un frenazo, bajar de la moto, y dedicarle una detallada visita exterior, a la espera de completar más datos acerca de su construcción, historia y avatares. La torre que era mi objetivo inicial, resultó ser un curioso trampatojo, que os cuento en esta otra entrada.
Como siempre me ocurre con todas estas casonas, me da por imaginar el interior, y todo aquello que ocurrió entre sus paredes, a lo largo de los años que han discurrido desde que las erigieron. Pero como la mayor parte de las veces no puedo acceder a su interior, me remito a lo que puedo ver por fuera.
El palacio es un palacio en toda regla, de los de primera división, no una sencilla casona. Consta de tres cuerpos, levantados en diferentes épocas. El más antiguo data del siglo XVIII, y consiste en una casa y una capilla adosada, aunque bien podría parecer lo contrario, ya que la capilla es considerablemente más grande que la vivienda. Posteriormente, ya en el siglo XIX, se añadió otro cuerpo, bastante mayor y en forma de torre. Según miramos la fachada, encontramos a la izquierda la capilla, en el centro la vivienda más antigua, y a la derecha la casa-torre, de construcción más reciente.
Aprovecho para comentar, que la mayor parte de las torres que actualmente vemos en casas solariegas de Cantabria, no son originarias de la edad media, sino como esta, construidas en el siglo XVIII o XIX.
La capilla es de planta rectangular, y tiene dos entradas. Está coronada por una pequeña espadaña. El cuerpo de la vivienda más antigua es también rectangular y una línea de imposta separa los dos pisos de los que se compone. La torre es cuadrangular, está construida en recia piedra de sillería y tiene tres pisos.
El palacio fue originalmente construído por la familia Arco-Agüero, siendo actualmente propiedad de la familia Cagigal. La capilla tiene una gran puerta exterior en el lateral, que se cree que era la principal puerta de acceso a la vivienda más antigua, siendo trasladada ahí posteriormente. Sobre la mentada puerta hay un enorme escudo de la familia cagigal. En la fachada de la torre, entre sus tres balcones, se encastran dos piezas heráldicas; En una las armas de Pezuela, Miera, Muñoz y Rada, y en el otro, las armas de Cagigal, Riera, Prieto y Gajano.
Si queréis detalles más técnicos de la edificación, os remito a dos páginas muy completas, en las que se detallan todos los pormenores de este magnífico palacio.
Si algún día consigo desentrañar alguna de las historias relacionadas con el palacio, las intentaré ligar a esta entrada. Por lo pronto, os diré que la ampliación de la casa, se cree que fue acometida por orden del Mariscal don Felipe de Arcó-Agüero, un personaje con una vida muy interesante, llena de batallas y lances militares, que tuvo un triste e inmerecido final.