Lo primero que nos llamó la atención cuando decidimos hacer la Cambera de los Moros fue el nombre tan curioso que tiene ¿Que narices es una cambera, y por qué la atribuyen a los moros?
El primer punto me quedó bastante claro consultando el diccionario de la RAE, la Real Academia Española de la Lengua; una cambera es un término rural oriundo de Cantabria, con el que se denomina a un camino carretero. Me parece una palabra preciosa.
Lo segunda incógnita me costó un poquito más y, la verdad, es que no me ha acabado de quedar completamente claro. Un poco más adelante os lo explico, para hacer más llevadero el camino y contar con algo que nos distraiga en las zonas más empinadas.
Hacía ya unos años que había hecho la primera parte de la Cambera de los Moros, pero en la cima de la sierra del Escudo nos sorprendió una espesa niebla, y tuvimos que dar la vuelta porque no se veía una higa.
Esta vez me propuse recorrer la cambera y completar un recorrido circular que parte de San Vicente del monte y que, cosa curiosa en los recorridos circulares ¡o maravilla de las maravillas! termina en el mismísimo San Vicente del Monte.
Para facilitar tamaña proeza, busqué una ruta adecuada en Wikiloc, una página imprescindible para todos los amantes del senderismo. Aunque la ruta está perfectamente señalada, me descargué el correspondiente track para que no nos ocurriera lo que en la anterior excursión. Cuando encuentras niebla, puedes optar por utilizar el GPS o por la inmolación colectiva. Elegí el GPS, dejando la inmolación para otra ocasión más apropiada. Seleccioné una ruta con un recorrido de 15,58 km., de dificultad moderada, y coincidente con el recorrido marcado en los paneles que parten desde San Vicente del Monte.
Llegamos de mañana a San Vicente del Monte, con un día espléndido y ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Aparcamos el coche en el pueblo, pegados a una fuente con un abrevadero de ganado, y cerca de uno de los paneles que indica la ruta. Sin necesidad de consultar el GPS, salimos del pueblo descendiendo una pendiente que nos llevó hacía el oeste, siguiendo un trazado indicado por flechas de color amarillo, indicadores amarillos y blancos de PR (Sendero de pequeño recorrido), y postes indicadores. Esta primera parte de la ruta está más señalizada que las secciones de El Corte Inglés. El paseo alterna tramos de camino con algunas zonas de asfalto.
Media hora después llegamos a la subida de la Cambera de los Moros. Hasta entonces había sido un paseo sumamente fácil. A partir de ahí comenzamos una subida bastante empinada, que nos hizo resollar más de lo previsto. Al cabo de 15 mn. libramos una cancela y pasamos por unas zona en la que hay unas fuentes, con un terreno perennemente encharcado. A poca distancia comenzamos a encontrar las primeras losas que se conservan de la cambera.
Atacamos el camino enlosado con mayor brío, conscientes de estar pisando una calzada histórica por la que pasaron miles de personas. Cada una por un motivo diferente, y con una historia tras de si. Es como si al pisar las gastadas losas, estuviéramos compartiendo parte de sus secretos, de sus vivencias, de sus alegrías, de sus penas. Siempre que visito una ruinas, además de admirar la riqueza ornamental y el valor histórico, me da por pensar en todos los que las habitaron, o simplemente las visitaron. Me da la impresión de que paso a estar unido a ellos por un invisible lazo de hermandad, como si parte de nuestra energía quedara prendida entre sus piedras.
Yo mismo agarrado al primer poste que encontré
Las losas son enormes, y en algunos trechos están profundamente marcadas por el desgaste de las ruedas de los carros, que han pasado en innumerables ocasiones por el mismo trazado, día tras día. Lo que no acierto a explicarme es como los carros de bueyes podían salvar el tremendo desnivel, ya que en muchos tramos del camino hay una pendiente muy pronunciada. Tampoco acierto a comprender que el camino discurriera por una zona tan complicada, teniendo alternativas mucho menos agrestes a poca distancia. Eso me lleva a coincidir con algunas de las teorías que atribuyen el origen de la cambera a los romanos, ya que estos trazaban las calzadas por las alturas por motivos tácticos militares.
Seguimos el camino enlosado en una constante subida en zig-zag, rodeados de algunos ejemplares de acebos, hasta que coronamos la sierra del Escudo de Cabuerniga. Al otro lado de la sierra pudimos contemplar la Collada de Carmona, con el pueblo de Carmona situado a sus pies, como si le rindiera pleitesía.
Se conservan unos 1690 m. de calzada, cuyas losas van surgiendo de forma intermitente a lo largo del camino.
Giramos en dirección este, abandonando el trazado de la Cambera de los Moros, siguiendo el cordal de la sierra, con unas espectaculares vistas de la costa por el norte, y de los Picos de Europa y Peña Sagra por el sur.
Rafa con el monte Castillo al fondo a la derecha
Hicimos un alto en la cruz que señala el punto donde los montiegos se reúnen en agosto para celebrar la romería del pueblo. Ahí desenfundamos la munición de boca, sacamos la bota y nos dimos un merecido descanso, mientras dábamos cuenta de unos emparedados de La Gallofa, un sobre de jamón ibérico y un queso de Quesoba. Durante la comida, nos sobrevolaron algunos buitres bastante cerca. No se si fue por pura casualidad o porque nos vieron tan derrengados que pensaron que nuestro fin estaba cerca.
Proseguimos luego por la cumbre, hasta que llegamos a un lugar en el que el camino comenzaba la bajada hacía el norte. En este punto tuve que cerciorarme de la ruta a seguir por medio del GPS, ya que las señales no estaban tan claras como en otras partes del camino. Descendimos, y después de atravesar un bosque, llegamos a una zona en la que comenzaban a menudear las cabañas.
Nos llamó la atención los curiosos cierres que había en las cancelas de entrada a los prados. Surcos labrados en la piedra, en forma de ángulo recto, en los que encajas la punta de los troncos que hacen de cierre. No los habíamos visto en ningún otro lugar de Cantabria, y nos parecieron magníficos. A la entrada de otra de las cabañas, había un curioso paso elevado por medio de unos escalones de piedra, que permitía la entrada de las personas e impedóa la de las reses.
Cerca ya del final de la pista, nos encontramos con una curiosa y exigua casa construida aprovechando el silo de cereal de una cabaña. Constaba de dos pisos, que no deberían de tener más que unos pocos metros de planta cada uno. Supongo que la utilizarían como casa de invitados, ya que como mucho podía podía contener una habitación y un baño. Una auténtica casa de enanitos.
4 horas después de haber iniciado la Cambera de los Moros, con comida, parada para cambiarle el agua al canario y fotos incluidas, arribamos a San Vicente del Monte, que por cierto es un pueblo precioso. Al vislumbrar el bar, nos pusimos más contentos que un grupo de caníbales avistando una expedición de antropólogos polacos.
En resumen, una ruta bastante bonita, con tramos singulares y terreno de lo más variado. No es físicamente demasiado exigente y, además, contribuye a que aumentéis vuestro acerbo cultural además de la cuenta de resultados del posadero del pueblo ¿Que más os hace falta para animaros?
Cantabria, España
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¡¡Me encanta esta ruta!! Es cierto que hay que coger aire para esa primera subida por la vista es espectacular.
Y efectivamente, como dice Moncho, la indicación para bajar no está muy clara. Nosotros no descargamos el track y las 4 horas se convirtieron en 6. No te desorientas porque no pierdes de vista San Vicente del Monte en ningún momento, pero llegamos forzados porque se nos hizo de noche.
Así que tomar nota de los consejos de Cantabria Inusual, elegir un dìa despejado y ¡a disfrutar de la Cambera de los Moros!
Gracias por tu comentario Raquel. Si, realmente no se pierde nunca la referencia de San Vicente, por lo que no suele haber riesgo de que te pierdas, excepto si te coge la niebla, como a nosotros la primera vez que subimos. Lo que si es cierto es que como te confundas de bajada te metes alguna hora más en el cuerpo, como os pasó a vosotros. Pero aún así siempre merece la pena hacerla 🙂
Voy a comentar mi comentario
Quiero decir que la subida, aunque corta, es durilla. Pero merece la pena porque el paisaje mientras asciendes y cuando llegas arriba es espectacular