Cementerio protestante de Santander (Cazoña)
Cuando me desplazo a algún país extranjero, entre los lugares que acostumbro a visitar, muchas veces se encuentra algún cementerio, sea o no famoso.
Para conocer la forma de vivir de las gentes que pueblan un lugar, también hay que entender como mueren, como rinden culto a la que a todos nos iguala al final de nuestros días, como homenajean a los que les han dejado…
Los cementerios en nuestro país, no son santo de mi devoción, seguramente porque ya he tenido que ver demasiados, a causa de que, obviamente, me traen malos recuerdos, y porque ya conozco su fisonomía general, y no me van a esclarecer demasiadas cuestiones acerca de nuestra vida y costumbres, que yo ya no sepa.
Hay obviamente un montón de excepciones; por su singularidad, por su especial situación geográfica, por que están enclavados en una región con costumbres diferentes, por su valor artístico, o por muchas otras cuestiones diversas. Una de estas excepciones es el cementerio protestante de Santander.
El cementerio protestante de Santander, Cementerio Británico o Cementerio de los Ingleses, es un recóndito rincón enclavado entre casas de pisos que, como guardaespaldas, parece que preservan vigilantes la paz que este lugar ha sabido preservar, entre un magma de cemento, acero, tubos de escape y señoras arrastrando carritos de la compra.
El cementerio, situado en el barrio de Cazoña, como su nombre dice, se creó para albergar a los fallecidos de la comunidad protestante de la región, y a algunos otros “herejes” que por circunstancias accidentales, estaban de paso por la zona. Antiguamente se les enterraba en el desaparecido cementerio de San Fernando, en una zona que no era tierra sagrada, por lo que permitía dar sepultura a a herejes, ateos o suicidas, o sencillamente a miembros de otras religiones. Durante el siglo XIX, a causa de las guerras carlistas, de la creciente actividad comercial y de la construcción de obras de ingeniería, como el ferrocarril de Alar del Rey a Santander, o las infraestructuras de minas, se acrecienta la presencia de extranjeros, y por consiguiente de los decesos.
Tras varias solicitudes, finalmente se “estrena” el 9 de abril de 1864 con su primer enterramiento, el de un inspector de ferrocarril inglés, Jesse Stroud, muerto a los 44 años. El último enterramiento tuvo lugar en 1990, por lo que lleva ya unos cuantos años sin uso, ya que ahora en el cementerio de Ciriego, hay una zona habilitada para dar sepultura a personas de diferentes confesiones.
Actualmente hay enterradas 128 personas, de las más diversas nacionalidades; ingleses, alemanes, suecos, noruegos, españoles, etc. Su estado actual es bastante ruinoso, ya que la última reforma de la que se tiene constancia, data de 1912. Durante dicha reforma, se añadieron el actual muro y la verja de entrada. Justo en el centro hay un monolito con unas anclas, que rinde homenaje a la “Legión de Marinos Británicos” que en 1835 estuvieron aposentados en Santander, durante su intervención en la 1ª Guerra Carlista.
El muro exterior, construido en piedra caliza de Escobedo de Camargo tiene entre 1,5 y 2 metros de altura, medio metro de grosor, y 120 m. de largo, encerrando entre sus cantos, una superficie de unos 1.000 m².
La autora Matilde Camus dedicó un libro al camposanto, que se titula “Prolegómenos del Cementerio Protestante de Santander” y su evolución histórica.
Calle de Mariano Luis Vicente de Velasco 2, Santander, Cantabria, España