La Fuente del Francés

Hay veces que los lugares inusuales, se encuentran en sitios muy usuales, o al menos sorprendentemente accesibles y próximos a vías transitadas.

Este es el caso de la Fuente del Francés, en Hoznayo, muy cercana al autovía A-8. Parece increíble que un lugar tan idílico, con un aspecto tan recóndito, tan secreto, tan intimista, en el que parece que estés aislado a cientos de kilómetros de la civilización, se encuentre sin embargo a  apenas unos cientos de metros de una de las principales vías de comunicación de Cantabria.

La Fuente del Francés. además de su indudable encanto, tiene alrededor un conjunto de enclaves, que tan solo por si mismos, individualmente, merecen una excursión específica para conocerlos. Es el caso del magnífico paseo que lleva hasta Villaverde de Pontones, flanqueado por enormes plátanos, la antigua factoría de aguas de Hoznayo, los restos del balneario, o la gruta del diablo. Pero no adelantemos los temas, y vayamos viéndolos de forma ordenada.

Para llegar hasta La Fuente del Francés, lo mejor es coger la A-8, para abandonarla en la salida 197

Desde ahí enfilar la carretera CA-146 que va hasta Galizano. Atentos, porque en la misma rotonda de la que parte la indicación de la carretera, hay que coger la primera salida, un pequeño desvío que apenas se ve, y que al cabo de un corto trayecto nos conduce a la Fuente del Francés.

El curioso nombre que tiene nuestro punto de destino, deriva de un abate francés, que huyendo de los estragos de la revolución, se refugió en esta zona y descubrió las propiedades curativas de sus aguas. Yo siempre he pensado que los abates franceses antirrevolucionarios, eran más aficionados a los caldos riojanos y otras sustancias espirituosas. Parece que el abate de nuestra historia se conformaba con límpidas aguas curativas. Un hombre virtuoso.

“Cuéntase que huyendo a fines del siglo XVIII un abate francés de las efervescencias políticas de sus país, se refugió en el pueblo de Término, cuyo punto le ofrecía seguridades personales, a causa de estar incomunicado con el resto de la comarca en aquella época, proporcionándole así mismo el grato placer de admirar las bellezas de la naturaleza, la cual repartió con mano pródiga, por cierto, sus dones en este antes solitario país. En una de las frecuentes excursiones que el abate hacía a distancia del pueblo, tuvo la fortuna de encontrarse con un manantial templado, y como padecía bastante de la vista le ocurrió lavarse sus ojos, notando algún alivio inmediato, lo cual le movió a repetir sus visitas y las aplicaciones del agua medicinal hasta que se curó por completo.

Como comentaba, a poco de coger el desvío, y después de pasar unas casas, vemos un pequeño puente natural que cruza sobre el río. Dejamos el coche, cruzamos el puente, y llegamos a las ruinas de un viejo molino. Bordeando las ruinas descendemos, con mucho cuidado, hasta el lecho mismo del río, descubriendo que este pasa a través de una gruta bajo el puente natural por el que hemos pasado. La escena es magnífica.

Si nos acercamos a la gruta, nos encontramos con una antigua zona de descanso, en la que se construyeron unos rústicos bancos de piedra. En esa misma zona se puede ver el arranque de una cueva. Era la cueva en la que vivía el antes mencionado abate. Si vais provistos de luces, os recomiendo entrar en la cueva. Es muy interesante, no reviste demasiada dificultad, y es muy emocionante. La cueva tiene varias galerías, una de las cuales acaba en una puerta enrejada y cerrada, que da al camino que recorre la ribera del río. Eso si, os pediría que respetarais el entorno de la cueva, circulando por ella con el máximo respeto. Algunos desaprensivos han dejado basura y hasta han hecho pintadas en su interior.

Cascada de salida de la gruta de la Fuente del francés
Vista de la Fuente del francés desde el interior del molino

Una vez salimos de la gruta, podemos volver al camino por el que accedimos, y seguir la senda que bordea el río, que es bastante corta, y que nos lleva hasta la parte inferior de un viaducto del autovía. Realmente se puede hacer mucho más larga, ya que existe una ruta que se adentra en Hoznayo, subiendo hasta el castro y las minas de hierro del Monte Vizmaya. Pero eso lo trataremos en otra publicación.

Si volvemos sobre nuestros pasos, hasta el lugar donde dejamos los coches, la carretera nos conduce por un precioso paseo, bordeado por imponentes plátanos, acompañados por el río, hasta Villaverde de Pontones.

Paseo hasta Villaverde de Pontones

La carretera está en desuso, sin apenas tráfico, por lo que la podremos hacer andando sin problema alguno. Por el camino nos vamos a encontrar con la antigua planta embotelladora de Aguas de Hoznayo, que hoy es simplemente el recuerdo herrumbroso de un pasado floreciente, durante el cual nunca faltaba en los hogares de Cantabria una botella de sus conocidas aguas.

Interior de la antigua nave embotelladora de aguas de Hoznayo

En resumen, es un paseo sencillo, precioso, y al que se llega en un periquete.

Hoznayo-Galizano, Ribamontán al Mar, Cantabria, Spain

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