La braña de los Tejos
Hay lugares que destilan una atmósfera especial, difícil de describir con palabras.
Tienes que estar ahí para sentirlo. Experimentar cómo se te eriza el pelo al cruzar su umbral, como te embarga la emoción cuando te adentras en su interior, cuando te dejas engullir por las historias que ahí se han desarrollado, cuando unes tus pasos a todas las pisadas que lo han hollado, cuando sumas tus latidos al palpitar de los corazones que han sentido, mes tras mes, año tras año, a través de incontables siglos, esa misma sensación que tu estás percibiendo… Creo que, lo quieras llamar como lo quieras llamar, todo lo que ha sentido la gente que ha pasado antes por esos espacios tan especiales, se acumula, y te envuelve, hasta un punto que es capaz de embriagarte.
Llegada a la Braña de los Tejos
Y todo este rollo os lo he metido para hablar de la Braña de los Tejos, en la sierra de Peña Sagra, uno de esos lugares que yo considero extraordinarios. No me canso de visitarla, e imaginar, y en ocasiones casi revivir, las historias que se habrán desarrollado bajo las ramas de los tejos centenarios que la conforman.
Camino de subida desde Lebeña
No es muy grande la braña, apenas dos docenas de tejos, de troncos retorcidos, arañados por el tiempo, algunos requemados, pero de copas tan frondosas, que hasta en el día más luminoso, se asienta la umbría en su interior.
A la braña se puede acceder desde San Pedro de Bedoya
Es el camino más sencillo, ya que se puede hacer en 4×4, pero la menos vistosa. Yo prefiero subir a pezuña, desde Cicera o desde Lebeña, aunque he de reconocer que no son rutas fáciles, ni que pueda hacer cualquiera. Los más de 900 m. de desnivel que acumulan ambos senderos, pueden desanimar a los que no estén en buena forma.
Vistas desde la subida a la Braña. Al fondo los Picos de Europa
Los tejos ocupan un lugar destacado entre los árboles venerados por las culturas de origen céltico.
Para los cántabros era un árbol sagrado que les unía con la muerte, con el más allá, ya que utilizaban sus hojas y corteza para suicidarse. El tejo es un árbol sumamente tóxico. Todas sus partes, excepto la envoltura roja de los frutos, contiene grandes dosis de taxina, un alcaloide muy tóxico que provoca convulsiones, hipotensión y puede llegar a ocasionar la muerte.
Los guerreros cántabros, para los que la muerte era preferible a la humillación de caer prisioneros, portaban siempre un pequeño saquito con hojas con las que suicidarse, antes de caer capturados. No es complicado imaginar que en la braña, tuvieran lugar ceremonias que refrendaran esa unión de nuestros ancestros con la eternidad.
Vistas desde la subida a la Braña. Al fondo los Picos de Europa
La braña está en lo alto de un cerro, amparada por imponentes roquedales
Las rocas esconden alguna que otra sorpresa, como la cercana boca de la mina de Arceón. A su alrededor hay gran cantidad de dolinas, testigos del carácter calcáreo de Peña Sagra, y alguna que otra torca, por lo que no está demás andar con cuidado.
Los tejos se encuentran rodeados de un perímetro vallado,
Supongo que para preservarla del ganado que pastan por los prados cercanos, se encuentran el grueso de los tejos, acompañados de algunos acebos. Los tejos pueden llegar a tener 2.000 años de edad, y es posible que alguno de estos ejemplares sea de esta longevidad. Los troncos tienen formas caprichosas, algunos bifurcados, o con numerosas ramificaciones, destacando uno, en lo más oscuro de la braña, que en su tiempo fue alcanzado por un rayo, sin que este lo llegara a fulminar, ya que aunque quemado y con el interior vacío, está aún erguido y con las ramas pletóricas de hojas.
Desde los bordes de la braña se pueden admirar todos los alrededores, alcanzando la vista, en días despejados, hasta bastante lejos; los Picos de Europa, el mar Cantábrico, y muchas otras lejanas estribaciones.
En resumen os diré que es una excursión preciosa
Un lugar encantado, al que cuesta algo llegar, pero cuyo esfuerzo vale la pena. Muy bonito para rematar la ruta con un picnic montañero, pero que no se os ocurra aderezarlo con una ensalada de hojas de tejo, o aprovechar las circunstancias para sacrificar alguna virgen o un niño recién nacido al Dios Endovelico. Eso se pasó de moda hace unos miles de años.
Boca de la mina de Arceón
Lebeña, Cillorigo de Liébana, Cantabria, España