Vamos a desplazarnos hasta Selores, en el valle de Cabuérniga. Selores es un pueblo precioso, que ya por sí mismo merece una visita. Pero lo que a nosotros ahora nos interesa, es que desde ahí arranca el camino que nos lleva hasta el “Callejón de los lobos”.
Los lobos y los humanos han tenido a lo largo de la historia, una relación mucho más que complicada. Gran parte de los relatos y cuentos de miedo, que tradicionalmente se contaban a los niños, estaban relacionados con lobos. El lobo, antes de que aparecieran los modernos monstruos que protagonizan las películas de terror, era los malos oficiales del reparto.
Actualmente, al igual que ha ocurrido con muchas otras especies, se les ha llevado al borde de la extinción. Y no es por su afición a comer caperucitas y niños de otra índole, sino porque representan una amenaza para el ganado.
Los métodos para cazarlos han sido de lo más variado; trampas, venenos, perros, armas blancas y de fuego, etc.. Entre las trampas, quizás las más curiosas eran como la que vamos a ver ahora; los callejones, pozos o chorcos de lobos.
Un callejón de lobos consiste, básicamente, en unas empalizadas convergentes, construidas en zonas angostas, hacia las que se encaminaba a los lobos para que cayeran en un profundo pozo. Era, por tanto, una trampa activa, ya que necesitaba de la intervención del hombre para que funcionara. En el caso del chorco de Selores, nos encontramos dos recios muros de piedra, construidos en seco, que en algunos tramos superan los dos metros de altura. Los muros, que tienen cada uno de ellos más de 100 m. de longitud, discurren pendiente abajo, por una loma muy empinada, conformando un embudo.
El embudo culmina en el pozo propiamente dicho, en el que los lobos caían tras cruzar una pequeña abertura, que era la única salida a la que se veían abocados.
El pozo tenía una considerable profundidad. Actualmente está completamente relleno de piedras, tierra y maleza. Seguramente para evitar, una vez que la trampa quedó en desuso, que el ganado pudiera caer en su interior.
El camino que, partiendo de Selores, lleva al “Callejón de los lobos”, es relativamente corto, aunque exige cierta forma física. Tras atravesar el pueblo en dirección norte, encontramos un desvío a la derecha que lleva hacia la Braña del Pozo. Hay bastantes carteles indicadores, por lo que no tiene pérdida.
En algunos tramos la ruta discurre por el trazado del viejo camino de la Valsemana. La pendiente es bastante fuerte aunque todo el piso es de cemento o asfalto, por lo que la trepada resulta sencilla. Este dato os indica que los más perezosos pueden hacer perfectamente una buena parte del recorrido en coche. Después de ascender unos 800 metros, nos encontramos con una desviación a la izquierda.
El camino nos lleva por la canal del arroyo Rubial. Después de unos 200 m. de pista, vemos un camino de tierra que sale por la derecha, aún más pindio que el anterior. No os asustéis, que este tramo final es bastante corto. Al poco tiempo, el camino nos brinda un pequeño llano. A la derecha se pueden ver las estructuras de piedra que conforman el Callejón de los Lobos.
Como comenté antes, la trampa discurre por una ladera bastante pindia. Para llegar hay que cruzar un pequeño regato y subir una decena de metros. Si volvemos al camino, podemos seguir hasta un mirador que está a unos doscientos metros, en la ladera opuesta, desde el que tenemos una visión general del chorco.
El chorco forma parte del inventario Arqueológico de Cantabria, por lo que posee consideración de yacimiento arqueológico. No se sabe muy bien su fecha de construcción, pero se estima que no debe de ser muy antiguo, a lo sumo del siglo XIX. Al menos la estructura que hoy en di podemos admirar. No se descarta que esta estructura esté construida, sobre restos mas antiguos, puede que de la edad media. Al igual que en otras construcciones, los estratos se ven superponiendo en el tiempo. Pero eso son solo especulaciones.
Cuando lo fui a ver, englobé la visita en una ruta circular mas amplia de unos 12 km. Os dejo el enlace por si os apetece estirar un poco las piernas y ver desde las alturas el impresionante valle de Cabuérniga.