Hay leyendas que es necesario conocer antes de visitar los lugares a los que están unidas. Este es el caso de la leyenda de la fundación del Monasterio de San Antolin de Bedon, cerca de Llanes…..
Un domingo de enero hicimos una preciosa ruta por la zona oriental de Asturias, tierra esta de antiguos cántabros, cuyo límite por el oeste y desde época prerromana hasta los primeros siglos de nuestra era, llegaban hasta Ribadesella.
Un día excepcionalmente radiante para la época del año, incluso para visitar un lugar cuyos orígenes fueron precisamente todo lo contrario: excepcionalmente oscuros.
Después de habernos perdido “un poco” al acercarnos a la extravagante y sorprendente playa de Gulpiyuri, visitamos un lugar mucho más espiritual y curioso: el Monasterio abandonado de San Antolín de Bedón, junto a la playa del mismo nombre.
La iglesia de San Antolín es lo único que queda del antiguo convento de monjes benedictinos, construido a principios del siglo XIII sobre otro anterior, probablemente del siglo XI.
En la actualidad es propiedad particular, y la iglesia se encuentra desacralizada (sin culto). Nos acercamos hasta la destartalada entrada que guarda la finca donde se encuentra ubicado y, con sorpresa, vimos un enorme cartel que decía “Prohibido el paso, finca particular”. La finca puede que sea particular, pero el monasterio es Bien de Interés Cultural desde 1985. Para que os hagáis una idea, tiene la misma categoría que el Puente Romano de Cangas de Onís o La Cueva Santa de Covadonga.
Entonces ¿quién puede impedirnos visitarlo? Con la precaución y los mil ojos que pone quien sabe que está cometiendo una travesura, que no una tropelía, uno tras otro, cada uno de nosotros saltó la verja, (o la pasó por debajo, que de todo hubo).
Se trata de un sitio peculiar; no sé qué será lo que tienen los lugares abandonados que me atraen tanto. Es como si la vida en ellos se hubiera parado de repente, y pudiéramos captar ese preciso instante en el que perdieron el interés para sus antiguos moradores.
A veces, cuando me encuentro en un lugar como este, me aíslo de lo que ocurre alrededor y puedo ver y escuchar la vida que allí hubo.
En esta ocasión también lo hice, y entrecerrando un poco los ojos, pude ver a esos hombres sombríos, de baja estatura, algunos rechonchos, completamente vestidos de negro, negrura solo rota por el cordón blanco amarrado a su cintura, y con la cabeza cubierta por la capucha de la cogulla. Caminaban despacio, mirando al suelo; quien sabe si es ahí, en la tierra, donde encuentran a Dios durante sus oraciones, y no mirando al cielo…
Bueno, que me he ido un poco con mis ensoñaciones.
Lo que quería contaros es la parte más exótica del lugar, que es la leyenda de su fundación:
Hay dos versiones en las que la fundación del primer cenobio se mezcla con la leyenda.
La primera es la más sencilla; habla de Don Munio Rodriguez o Muñazan, tio del Cid Campeador, que encontrándose de caza por estos parajes, hirió a un jabalí. Cuando estaba a punto de rematarlo, este entró huyendo en una cueva. Al seguirle, vio una imagen de San Antolín alumbrada por una misteriosa luz. Atribuyó el hallazgo a un aviso del cielo y mandó construir en aquel paraje un monasterio en honor del Santo.
Esta historia me parece un poco sosa, sin emoción, casi de manual, así que mejor os cuento la segunda versión, que tiene mucho más morbo e interés
También habla del mismo personaje, el conde don Munio, hijo de don Rodrigo Álvarez de las Asturias y tío del Cid Campeador, que era un hombre sanguinario y cruel que mataba en la guerra por el placer de matar y cazaba por el placer de verter sangre, aunque realmente esos motivos son los que empujan a la mayoría de las personas que llevan a cabo ambas acciones… ¿o no?
Un día salió a cazar y, persiguiendo a un jabalí herido que se resistía a morir, le sorprendió la noche, una noche tormentosa que hizo que se perdiera en el bosque. Mientras intentaba salir, percibió una luz que salía de una cabaña. Se acercó y miró a través de una ventana entreabierta: en la estancia estaba una bella joven de rodillas ante una tosca imagen. Su belleza despertó en el hombre, también adornado por el don del libertinaje, los más bajos instintos.
La muchacha esperaba el regreso de su prometido, que había ido a guerrear contra los moros. Loco de deseo, el conde se lanzó sobre la indefensa presa. Tras una breve lucha, la joven logró desasirse del conde y huir a la oscuridad del bosque. El conde, enfurecido y frustrado, tuvo que volver a su casa sin ninguna de sus dos presas: el jabalí y la bella doncella.
Pasaron los días y Don Munio, que no se resignaba a no salirse con la suya, partió de su castillo en busca de la muchacha. Localizó la cabaña en el bosque y, acercándose a la ventana, observó los rostros de la joven y un desconocido que se miraban a los ojos enamorados; él era su prometido que había vuelto de la guerra.
El conde, lleno de ira, disparó su ballesta y la joven cayó con el corazón atravesado. Otro venablo hirió de muerte a su prometido.
Pero pasado el momento de cólera, la conciencia del conde, que increíblemente parecía tener, comenzó a despertarse.
Huyó de regreso a su castillo, pero el recuerdo le persigue y una voz le aconseja y oprime constantemente, con un murmullo interior: “¿qué había hecho?”.
Finalmente logró encontrar su destino cuando escuchó una nueva voz: “Vete; vende cuanto tienes y dáselo a los pobres.”
Y es entonces cuando decidió dedicar su patrimonio a la construcción de un cenobio. En el mismo lugar donde supuestamente estaba la choza surge el Monasterio de San Antolín de Bedón. Y, el conde, arrepentido, se enfundó el tosco hábito de monje…
Aún hoy en día, hay quien asegura haber visto en las cercanías del monasterio a una mujer vagando y, en ocasiones, acompañada también por un hombre, ambos vestidos con ropas de época ensangrentadas… Está claro que estas leyendas morbosas avivan invenciones y nos hacen ver aquello que sólo existe en nuestra imaginación. Y es que a la raza humana nos apasiona el drama.
Bonita Historia, ¿verdad?
33594, Asturias, España
Asturias, España